Pensar que religión es causante de las
guerras es el equivalente a pensar que todo ateo es un pacifista en potencia,
nada más falto de verdad, en esta generalidad en la que todo es relativo y nada
es absolutamente cierto, cada uno, en ambos polos, tendrá su verdad, muy a su
modo y muy a su manera, pero la verdadera paz no sería renunciar a las
religiones ni tampoco ser creyentes del mismo o algún Dios; la verdadera paz
no es la ausencia de guerra, es el poder convivir unos con otros, sin dañarnos,
respetándonos, sabiendo que somos habitantes de un mismo espacio, que el mundo
es redondo y la patada que tiremos al frente nos llegará al trasero.
De seguir con la lógica impuesta por los resultados
de quienes matan en nombre de un Dios, llegaríamos a pensar que los cuchillos son malos
porque son utilizados para asesinar, no es el objeto, es la forma en que
utiliza, la Biblia es un libro que mayormente habla de amor, de dar, de
perdonar y si, antes que los ateos me linchen también habla de muertes y de
violencia, pero en este entendido ese mismo Dios en el que creemos (los que
creemos) nos dio ese famoso “libre albedrío”, esa libertad por la que
agnósticos y creyentes apelamos por igual, en ella hay algo llamado sentido
común que nos dicta que lastimar a otros no puede ser bueno.
La Biblia es tan actual y vigente como lo es
reconocer que fue escrita antes de muchas decenas o centenas de años de
evolución y luchas sociales, incluso de revoluciones (que también han originado
muertes) pero creo que si todos guardamos el mensaje más importante que lleva
viviríamos mejor, si todos hiciéramos perdurar el mensaje de paz y de ayuda
mutua, de comprensión al dolor del otro y del respeto a lo esencial que es la
vida, este texto ni siquiera existiría. ¿Es demasiado pedir? Desafortunadamente parece
que si.
Pedimos un alto a la guerra y a la violencia
desatando una con quien tenemos a un costado, pedimos respeto a una nación y no
respetamos algo tan superficial como un bandera en un avatar de
nuestro contacto (las más de las veces amigo), pedimos orar por un país y no
oramos antes de comer, al despertar o al acostarnos, gritamos que la religión
causa la guerra y me convierto en un ateo aferrado a negar la existencia de
algo en lo que ni siquiera creo (que contradictorio). Pedimos un alto a la
guerra sin resolver nuestras guerras internas, ¿por qué no preocuparnos por
hacer y enviar mensajes de paz?, por tu familia, por tus vecinos, por tu Estado
si te hace sentir mejor, por tu país, por oriente o por occidente.
¿Y que más da si tú quieres poner la bandera de un
país? ¿Y que si el otro quiere poner la de su Ciudad?
Creo, solo creo, que uno de los problemas que nos
aquejan es que la violencia en nuestro país se ha vuelto nuestro pan de cada
día, a tal grado que ya no nos sorprende ni nos indigna, perder la capacidad de
sorprendernos es verdaderamente triste y si hoy veo que les sorprende lo que
pasó en otro país... felicidades!!, al menos es una señal de que aún podemos
sentir y nos podemos indignar, una vez recuperado eso luchemos por resolver las
guerras cercanas, si bien es cierto que las guerras no acaban con una bandera tampoco
se terminan con la indiferencia, la solidaridad no puede ser mala, quien dicta a que causa debemos ser solidarios?. Qué si son
el resultado de una plataforma al servicio de los más fuertes? tal vez, pero recordemos que las plataformas responden a algoritmos basados en lo que la gente
escribe, lo que es boom mediático, eso es que hemos callado ante lo que ocurre a nuestro alrededor; pero insisto, peor sería no sentir, no tener
información global, no decidir, no darme ni darte la libertad de elegir.
La religión no es mala, la fe no es mala, un Dios
no es malo, un libro no es malo…
Ya lo decía Saramago hace unos años “Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro
dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no
han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es
terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea
cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y
abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino
aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la
bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.” (El Factor Dios)
Algunos integrantes de muchas religiones están tan
ocupados en defenderla y de imponer lo que creen que se olvidan de aquello
sobre lo cual se basan y edifican todas ellas:
Amor a tu prójimo como a ti mismo.